A esa escala, la materia puede cambiar sus propiedades físicas y químicas, por ejemplo el color, la conductividad eléctrica, la resistencia. En esta perspectiva se borra el límite entre lo vivo y lo no vivo: todo tiene átomos.
Sus más destacados proponentes prometen que esta tecnología nos va a liberar de casi todos los males: terminaría con la contaminación ambiental y la escasez de recursos (todo podría ser construido a partir de átomos ya existentes) y, por tanto, con la pobreza; encontraría la cura a las enfermedades y la mejor forma de administrarla al organismo; prolongaría la vida con nanorrobots que diagnosticarían enfermedades o desgaste de tejidos y los repararían; se crearían nuevos materiales, etcétera.
El año pasado, el mercado mundial de productos nanotecnológicos tenía un valor de 45 mil millones de dólares anuales -según estimaciones de la Nano Business Alliance- producidos por más de un centenar de empresas, entre ellas DuPont, IBM, Hewlett-Packard, Toyota, Mitshubishi, L' Oreal y BASF. Incluye la fabricación de nanotubos de carbono y nanopartículas de decenas de elementos que son utilizadas en las industrias de la construcción, la farmacéutica, la cosmética, la alimentación y la agricultura. Además, existe copiosa investigación en aplicaciones militares y de vigilancia por parte del ejército y la armada de Estados Unidos.
La nanotecnología habla de máquinas pequeñas al extremo de lo invisible capaces de construir edificios, detener enfermedades, pelear guerras y producir alimentos. Pero lo más escalofriante es que no se trata de algo descabellado: la revolución ya comenzó y en unos 50 años los humanos podrían ver cosas que la ciencia ficción más atrevida apenas comienza a intuir.
Hace 40 años el físico Richard Feynman, ganador del Premio Nóbel, fue invitado a pronunciar un discurso en una institución tecnológica de California.Sus reflexiones generaron un eco que cada vez suena con más fuerza.
"Los principios de la física, tal y como yo los entiendo, no niegan la posibilidad de manipular las cosas átomo por átomo... Los problemas de la química y la biología podrían evitarse si desarrollamos nuestra habilidad para ver lo que estamos haciendo, y para hacer cosas al nivel atómico", dijo Feynman en 1959.
Así, a secas, esas palabras no son estremecedoras, pero fue la primera vez que se hizo pública la visión de intervenir en el orden de los átomos.
Y esa es la base de una ciencia que tiene un nombre cada vez más pronunciado: nanotecnología. Muchas de las predicciones nanotecnológicas pueden parecer alucinaciones, pero se asegura que algunas se harán realidad durante el período de vida de quienes estamos leyendo estas líneas. Feynman, por cierto, no abundó demasiado en sus reflexiones y de hecho sus palabras no tuvieron demasiada trascendencia hasta comienzos de los 80, cuando un estudiante de pregrado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Eric Drexler, insinuó la posibilidad de crear sistemas de ingeniería a nivel molecular. En 1986 lo publicó en un libro con el título de "Los motores de la creación", considerado como un clásico de este nuevo mundo. Todo tiene que ver, comenzaba diciendo Drexler, con la forma como están ordenados los átomos. "Carbón y diamantes, arena y procesadores de computadoras, cáncer y tejido sano: a través de la historia, las variaciones en el orden de los átomos han diferenciado lo barato de lo caro, lo sano de lo enfermo". La tesis definitiva es que si se toman prestadas ideas de la naturaleza y se cuenta con capacidades generadas por el avance de la ciencia, sería posible construir máquinas que podrán influir sobre el orden de los átomos, de manera tan precisa como para emular el proceso de creación. Para comprender cuál es el alcance de esta cruzada, es necesario aclarar que el mínimo microchip, una maravilla tecnológica utilizada por los computadores para procesar información, es considerado demasiado grande por los evangelistas de la nanotecnología, entre otras cosas porque "se puede ver".
Tomado de: www.escalofrio.com
Intervenir el corazón sin detener sus latidos

Arreglar un corazón es complicado. Algunos procedimientos se deben realizar en un órgano estático, por lo que es necesario detener el corazón y conectar al paciente a una máquina de derivación cardiopulmonar, pero detener el corazón incrementa el riesgo de daño cerebral. Ahora, según un artículo publicado este mes en Technology Review, investigadores de la Universidad de Harvard y el Children's Hospital Boston están probando un sistema robótico que podría ayudar a los cirujanos a realizar reparaciones comunes en las válvulas mientras el corazón sigue latiendo. El sistema utiliza imágenes de ultrasonidos 3D para predecir y compensar el movimiento del corazón de modo que el cirujano pueda trabajar en la válvula mitral de un paciente mientras se mueve. "Sabemos reparar válvulas, pero lo que los pacientes y los médicos quieren es una recuperación más rápida", señala Marc Gillinov, cirujano cardíaco de la Cleveland Clinic, que no participo en la investigación. Un paciente puede tardar dos o tres meses en recuperarse de una operación a corazón abierto; si no fuera necesario detener el corazón, el tiempo de recuperación disminuiría considerablemente. Por otra parte, realizar la operación en un corazón que está latiendo, proporciona al cirujano feedback instantáneo acerca de la eficacia del procedimiento. "Sabrías mientras lo haces si la válvula está funcionando bien o no", señala Gillinov. Es más, Robert Howe, profesor de ingeniería de Harvard, señala que una serie de estudios indican que detener el corazón puede dar lugar a deficiencias cognitivas a largo plazo, y que los ancianos y las personas delicadas en concreto no siempre responden bien a las máquinas de derivación. Por eso espera que su sistema logre que la cirugía coronaria sea más segura. A diferencia del método tradicional de reparación de la válvula mitral, el procedimiento de Howe no precisa abrir el corazón. En su lugar, una aguja hueca se inserta en el órgano. La aguja se utiliza para introducir unas pequeñas anclas en el interior del corazón y fijarlas al tejido que rodea la válvula mitral. A continuación, se puede tirar de todas las anclas a la vez con hilo de sutura para disminuir el tamaño de abertura de la válvula. "El reto, en este caso, es ese [fijar las anclas] debemos rastrear dónde se encuentra el tejido coronario, mientras el corazón se mueve de forma continua", señala Howe. El equipo de Howe optó por utilizar ultrasonidos 3D para visualizar el movimiento del corazón porque con otras técnicas de formación de imágenes, como el vídeo, las estructuras internas del órgano quedarían ocultas por la sangre circulante. Los datos de las imágenes de ultrasonidos 3D se analizan con un software especial desarrollado por los investigadores. El software puede predecir dónde estará el tejido coronario con unos 70-100 milisegundos de antelación, pudiendo ajustar así la posición de la punta de la herramienta quirúrgica. Los sensores de la herramienta también detectan si ésta entra en contado con el tejido. "Podemos detectar con rapidez si las cosas se desvían mucho de la previsión y tirar [del instrumento] para sacarlo de en medio", señala Howe.
Tomado de http://www.euroresidentes.com/futuro/avances_previsibles.htm
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